

Romanticismo, actualidad y sensualidad
Obras maestras

La balsa de La Medusa
Théodore Géricault
Las obras expuestas en la sala contigua a la de los Estados impresionan por su gran tamaño. En ese espacio se presentan cuadros pintados por artistas franceses en el siglo 19.
Théodore Géricault presentó La balsa de La Medusa en el Salón de 1819. Este inmenso cuadro relata un hecho contemporáneo: el naufragio de una goleta llamada La Medusa. Los supervivientes estuvieron a la deriva en una balsa improvisada durante trece días, a merced de la sed, el hambre, la enfermedad y el canibalismo. Solo quince de los ciento cincuenta náufragos fueron rescatados con vida.
Géricault toma prestados del clasicismo la composición piramidal y el rigor del dibujo, pero también proyecta una luz pálida, sin concesiones, sobre los cuerpos demacrados, debilitados por el hambre. Muertos y vivos se apretujan en una embarcación inestable. El pintor trabajó ocho meses en este cuadro. Conoció a algunos de los supervivientes, hizo esquemas y visitó depósitos y hospitales para observar cadáveres. El resultado, muy crudo, fascinó y repelió a la crítica de la época, dividida.
La obra entró en el Louvre en 1824, poco tiempo después de la muerte del artista.

La Libertad guiando al pueblo
Eugène Delacroix
Eugène Delacroix está considerado uno de los grandes pintores románticos. La Libertad guiando al pueblo no representa la revolución de 1789, como a menudo se cree, sino la de julio de 1830. A lo largo de tres días, el pueblo tomó las calles para defender las libertades maltratadas por el régimen monárquico de Carlos X, en especial la de prensa, por entonces amenazada. “Es un tema moderno, una barricada”, dijo el pintor. Su alegoría de la Libertad recuerda la belleza de una diosa griega, pero al mismo tiempo la encarna una mujer del pueblo a la que dota de una energía sensual. Esta obra es hoy la más conocida del pintor. Se utiliza con frecuencia para representar cualquier tipo de manifestación por la libertad.